Teoría BONSAI

Sobre la percepción de BONSAI

Reflexiones de Michael Exner

El principio del bonsái (o suiseki) se basa en el fenómeno de que, incluso en la naturaleza, sólo vemos los árboles en su totalidad cuando estamos lo suficientemente lejos como para poder verlos desde nuestra perspectiva.

Lo especial de los bonsáis es que, a pesar de la distancia aparente, detalles como el follaje, la corteza, las flores, los frutos y las ramas finas son reconocibles en el mismo momento. El tronco y la forma general (silueta) y estos detalles crean una doble perspectiva (lejos – cerca). Por tanto, el bonsái es siempre ambas cosas: una ilusión lejana y la realidad cercana de un árbol. El bonsái tiene un carácter dual, que también se refleja en el uso lingüístico, de modo que se suele hacer referencia a los bonsáis como «árboles». El problema de lo lejano y lo cercano es un problema de proporción. Resulta especialmente claro en el estilo Ishitsuki, por ejemplo, porque el «pequeño árbol» convierte una pequeña piedra en una gran roca o incluso en una montaña.

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Introducción del término «efecto bonsái» Por efecto bonsái quiero decir que la incertidumbre de la percepción (es decir, la incierta posición humana en el mundo) se utiliza en el bonsái y en su presentación. Para todas nuestras percepciones necesitamos referencias, es decir, estándares a los que podamos remitirnos. Si no tenemos un objeto familiar (por ejemplo, una casa) como referencia para el tamaño de un árbol en un gran prado, por ejemplo, es imposible estimar el tamaño real del árbol. Para lo que vemos de cerca, nuestro propio cuerpo suele ser la referencia.
(En las exposiciones se observa una y otra vez que los visitantes tocan los bonsáis. En mi opinión, este acercamiento físico ayuda a aclarar las proporciones).


Construcción y verdad en el bonsái El diseño debe ser tan significativo y convincente en su construcción, es decir, verdadero, que supere en verosimilitud a la verdad objetiva (sólo es una pequeña planta). Entonces, el espectador no sólo ve la planta en sí, sino que la sitúa en relación con sus imágenes interiores del árbol. Dado que éste tiene un mayor o menor nivel de facultades críticas, la persona media, cuya imagen interior de un árbol suele ser simple, se conforma con la importación china con sus elementos toscamente organizados (tronco, copa). Para los contemporáneos más sofisticados, sin embargo, sólo bastará una obra de la calidad de la de Kimura, por ejemplo.

Diferenciación de estilos El diseño del bonsái tiene diferentes puntos focales según el estilo. En las formas de un solo tallo, el tronco desempeña el papel central. Apenas puede modificarse en el proceso de diseño (si se define este término de forma bastante restrictiva). El margen de diseño se refiere esencialmente a las ramas, que se adaptan a la forma del tronco, es decir, que se moldean y alinean según la forma «natural» del tronco. Cuantos más troncos requiera un estilo, más se convertirán estos troncos en ramas en el sentido formal. Su alineación y colocación entre sí se realiza según criterios de construcción de ramas. La forma de balsa es el ejemplo más llamativo de esto, porque en ella las ramas se convierten realmente en troncos. Pero incluso en la forma de bosque, los troncos del cuenco plano están alineados como ramas de un medio árbol horizontal. Por tanto, el diseño de las ramas tiene una importancia decisiva en la intervención directa del diseño.

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Madurez La madurez es un concepto global en el bonsái. Cuanto más maduro parece un árbol, más bonsái es. La madurez sólo puede surgir tras años de procesos de desarrollo (fase de refinamiento). Las claves centrales de la madurez, que ya pueden estar contenidas en el material, son, por ejemplo, el movimiento (radios estrechos, roturas), las heridas integradas (Jin, Shari, Saba-miki), los signos de la edad (corteza, color, escaso crecimiento), la conicidad fuerte pero armoniosa (tronco grueso – poca altura) y las transiciones armoniosas (líneas en forma de V). Todos los pasos del diseño tienen como objetivo crear estas características de madurez en un tiempo más corto que el proceso natural. Wabi (sencillez, simplicidad, pobreza, escasez, reducción) y Sabi (dignidad, madurez, uso, pátina) son conceptos importantes en este contexto.

Naturalidad En contra de lo esperado, los bonsáis son productos puramente artificiales. No son imágenes de árboles, ni símbolos miniaturizados de la naturaleza, sino que los bonsáis son elementos vegetales vivos en el mundo del arte, una promesa de la existencia de la belleza natural. Como todas las obras de arte, son belleza natural específicamente codificada. Dado que en los bonsáis ha surgido una ley de la forma, en Japón se ha desarrollado un código autónomo del bonsái en paralelo al desarrollo del arte en Occidente. En sus expresiones vanguardistas, el desarrollo ulterior de este lenguaje formal se aleja cada vez más de las formas tomadas de la naturaleza y se remite cada vez más autorreflexivamente a su propia historia, sobre todo mediante el desarrollo ulterior de las posibilidades técnicas. La naturalidad se convierte así en un segundo orden: la belleza de la naturaleza no se reproduce simplemente, sino que se crea en la esfera autónoma del bonsái.

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Ecología Un concepto inaccesible para la estética clásica es el de estética ecológica. Por definición, el bonsái, como planta viva, sólo permite una manipulación limitada del material natural. El límite se pone a prueba de nuevo en el proceso de diseño inmediato. Si se sobrepasa, una parte o, en el peor de los casos, toda la planta morirá. La escultura también está sujeta a límites naturales (estabilidad del material). En el caso de los bonsáis, sin embargo, no se trata sólo de tener en cuenta las propiedades físicas dadas de un material, ya que de lo contrario la obra se echaría a perder. Hay que realizar una amplia gama de experiencias con las posibilidades de tensión de la materia viva y respetar los procesos temporales. El diseñador forma parte del diseño y el diseño determina al diseñador. El hecho de que un bonsái sólo lleve este nombre mientras esté vivo significa que la vida tiene prioridad sobre todas las consideraciones artísticas. Esto significa que el dominio de la naturaleza está subordinado a la supervivencia. El proceso creativo no sólo depende de la voluntad del sujeto, sino también de las posibilidades del material. Esto relativiza la idea de una esfera autónoma, no en relación con la intervención humana, sino en su ubicación en el proceso natural. La tecnología trabaja en la frontera entre cultura y naturaleza y se esfuerza por ampliar la esfera autónoma.